Cuando ganas la medalla, de repente te pasan como 20.000 flashes de carrera deportiva así seguiditos, malos, buenos, duros, no tan duros y claro piensas que se han cumplido objetivos, como no lo vas a pensar sí, sí, sí.
Llegué al mundo del balonmano en el cole. Empecé con 11 años con las amigas, hacíamos más deportes baloncesto, fútbol, vóley en extraescolares y elegí balonmano porque me divertía, porque era un deporte de equipo y porque jugaban mis amigas.
Me doy cuenta que puedo llegar a la élite cuando empiezo en profesionales con 18 años, que doy el salto a profesionales en Donosti, en el Bera bera y ahí es cuando empiezo a saber lo que es una pretemporada bien dura, entonces en aquel entonces eran bien duras y ya empiezo a entrar en una disciplina y en una serie de rutinas y hábitos diarios que no tenía hasta entonces o que no los tenía tan estrictos al menos y ahí es cuando me doy cuenta que he llegado a algo muy serio.
Vamos, ir a disputar unos juegos ya era un sueño hecho realidad, ir a Londres era un sueño para todas, entonces fue una intensidad de verano previo hasta llegar allí y sólo teníamos ganas de llegar y de cumplir ese sueño.
Nosotras ya veníamos de ganar dos medallas, entonces para nosotros era un campeonato más, aunque sabíamos que los juegos tenían algo especial, porque nos lo habían contado, pero no habíamos vivido la experiencia nunca y hasta que no la vives y luego, sobre todo cuando vuelves, no te das cuenta de lo que es, es algo muy muy muy bestia, muy bestia, los juegos son algo mágico sí, sí, sí, porque sobre todo, porque todos los deportistas sean de la disciplina que sean, sean hombres o mujeres son tratados por igual, entonces eso ya es mágico en la sociedad en la que vivimos porque no ocurre en ningún momento más. Siempre decimos que el fútbol se come un poco el resto y tú una vez entras en la villa olímpica llevas el mismo chándal que Pau Gasol, el mismo que Rafa Nadal, el mismo que Mireia Belmonte y lo que se van contando son las medallas de tu país, entonces convives en el mismo edificio que ellos y todos somos tratados por igual, con lo cual siempre digo que es mágico por eso, porque es que nunca ocurre esto no, es muy mágico, yo siempre digo que me gustaría que los juegos olímpicos fueran todos los años, no sólo cada 4.
La primera imagen que tengo de Londres es ver a Pau Gasol con el mismo chándal que yo vestido, porque además ya ese chándal con tribales que a mí personalmente no me encantaba, pero yo cuando vi a Pau Gasol con el mismo chándal que yo, dije vale, ya está, si éste lo lleva todo bien.
Es que es la leche, es que tú vas en el desfile y dices vale, los que van vestidos como ellos son los españoles, pero es que conoces a todos es que son los mejores deportistas de tu país, entonces vas allí tan pichi y de repente tienes al lado, yo que sé, A Gasol, a Mireia, a Carolina Marín y dices wow, aquí estamos todos por igual no, es la pera, es súper intenso. En unos juegos olímpicos todo el mundo se hace eco de lo que estás haciendo, la gente sigue tu deporte, aunque no sea tan habitual y las redes sociales están pues eso, ardiendo. En cada partido tiene unos cuantos mil seguidores más, pues esto sí que hay que saber también un poco manejarlo y que no puedan las redes contigo, digamos que estés a lo que tiene que estar.
No se vive igual el primero que el segundo, sí igual de intenso, pero es diferente, el primero es la sorpresa, la incertidumbre, el no saber que te vas a encontrar. Y el segundo es, yo ya sé lo que es esto y he venido a por todas. Los momentos divertidos no faltan nunca en el equipo, en el mío por lo menos no han faltado y han sido probablemente clave del éxito en muchos momentos. El buen rollo siempre tiene que existir.
Pues el partido por la medalla, tuvimos que hacer un trabajo mental muy importante porque nosotras caímos en semifinales y el equipo se vino debajo de una forma…hubo muchas lágrimas después de perder contra Montenegro. Entonces hubo un trabajo mental ahí muy muy importante por parte de todo el equipo. Tuvimos un día de descanso para darnos cuenta de que se nos había escapado una final, pero que seguíamos teniendo la oportunidad de ganar una medalla olímpica. Entonces el equipo se repuso, estábamos agotadas, ósea las caras del equipo de las jugadoras en la final
eran de no podemos más, pero esto no se nos escapa y al final después de dos prórrogas, salimos ahí a por todas y nunca he pensado qué hubiera pasado si no hubiéramos ganado, nunca.
Tengo lagunas de cuándo vamos al vestuario, recuerdo que nos tenemos que poner un chándal, porque hay un chándal para coger medalla siempre, ese chándal es obligatorio y que estábamos en el vestuario todas como… ¿Tenemos que pintar el ojo un poco no? Vamos a recoger una medalla olímpica, era un poco, no sé, había mucha euforia, música tope en el vestuario, ya todos los formalismos se rompieron. Recuerdo salir todas en filita al podio, yo me colgaron la medalla y lo primero que hice fue girarme porque estaba mi madre, mi hermana y mi sobrina en la grada y me dieron un ramo, la medalla y ahí la cosa fue, pues otra medalla chicas, ¿La tercera no? No fuimos conscientes en ese momento de lo que era esa medalla.
Tengo muy buenos recuerdos porque he tenido una carrera muy privilegiada y siempre lo digo y siempre presumo de ello además eh y qué pasa, pues que llegas a cuartos de final, vas ganando de siete a Francia en el descanso y te gana Francia y te quedas fuera. Y te quedas fuera y además para mí supone en el último partido de carrera deportiva. Ósea yo me quedo como… es que tengo hasta lagunas de aquel momento, no recuerdo qué pasó. Yo claro, no puedo separar ese momento de perder y saber caer derrotado, no puedo desligarlo del final de mi carrera, porque era el final de mi carrera y yo hasta ese momento, no había querido pensar en el final de mi carrera, aunque sabía que iba a ser en los juegos olímpicos lo último. Fue así, yo decía, no me puedo creer que me hubiera encantado terminar con una medalla, pero a mí lo que me ponía triste era el pensar que no que no iba a jugar más.